martes, 17 de abril de 2012

Recuerdos. Toledo (Planta.Parte I)

Después de pasar un "mesecito" en la UCI por fin llegó el momento de bajar a planta. Intentaré poner lo más importante hasta más o menos Agosto y en la siguiente entrada desde ahí a que me dieran el alta. Pondré especial intereses en los primeros días y semanas y en alguna anécdota, ya que allí los días se caracterizaban por ser muy monótonos.

La planta a la que iban a "destinar" era la 2ª NO, en Toledo las plantas se llaman según el ala en el que estén. En cada piso hay 4 plantas que se denominan respectivamente NO, NE, SO, SE por los puntos cardinales.

Mi primera habitación fue enfrente de el control, perdonad que no recuerde exactamente el número pero después de cinco años hay detalles que se me olvidan, además es intrascendente.

Nunca había estado ingresado pero más o menos sabía como eran las habitaciones de los hospitales y esta era bastante diferente a las que había podido ver. Tres camas, cada uno con una letra (A, B o C), a mi me pusieron en la A de Antonio, de Ánimo y de A por ellos. Tres armarios bastante grandes. Un lavabo dentro de la propia habitación debajo de las dos televisiones con un gran espejo para asearte. Un servicio solamente con una ducha y un váter, ya que como he dicho el lavabo estaba fuera. Y sillas de ruedas por todas partes. 

Primer contacto superado aunque la impresión no fue muy buena, ¿sillas de ruedas? ¿sería ese mi destino?. Mucho que asimilar de repente.

Pronto me di cuenta que en planta todo era diferente que en la UCI. Teníamos "menú" para elegir la comida del día siguiente. Se podía elegir entre tres primeros, tres segundos y tres postres. Esto no quita que la comida fuera realmente asquerosa (al menos al principio) pero al menos podía comer lo que me apeteciera.

Pero lo que más me llamaba la atención es que cada tres horas nos cambiaban de postura para que no nos salieran heridas. Los celadores pasaban a las 21.00, 24.00, 03.00 y 06.00 por las noches para hacernos esos cambios. Al principio me cortaban todo el sueño, pero a las dos semanas ya estaba más que habituado y solamente habría un momento los ojos a los pocos segundos ya estaba despierto.

Otra cosa curiosa es que mis dos compañeros de habitación, Edilson y Antonio "El Americano", se "levantaban" de la cama para sentarse en la silla de ruedas y salir de la habitación, es más con ropa normal, nada del típico pijama que todos conocemos. Se levantaban a las 09.00 y no volvían hasta las 14.00, un poco de siesta y nuevamente se marchaban a las 16.30 hasta las 21.00. ¿Qué clase de Hospital era ese?, ¿Cada uno hacía lo que quería?. La curiosidad me picaba y claro tuve que preguntar.

Pronto me explicaron que por la mañana se iba a fisioterapia y a terapia ocupacional (ni idea de que era hasta que me tocó ir) y que las tardes estaban "libres" para hacer lo que quisiéramos dentro del recinto. En cuanto me dijeron esto me moría de ganas de salir de la habitación.

Mientras yo seguía con la traqueotomía abierta, ya tapada con un tapón pero aún no cerrada. Pero de repente empecé a mover levemente los brazos, apenas era capaz de arrastrarlos por la cama, pero bueno algo era algo.

Por fin después de dos semanas en planta me dijeron que me iban a bajar al gimnasio pequeño a ponerme en un plano. Ni idea que era un plano, tocaba nuevamente preguntar. Pues bien, es la cosa más sencilla del mundo. Una camilla en la que te sujetan con una cinchas en el pecho, cadera y rodillas y se va inclinando poco a poco hasta ponerse vertical. Esto sirve para que el cuerpo se vuelva a habituar a estar de pie, en mi caso sentado, después de tanto tiempo tumbado.

Después de un par de días subiendo pocos grados la inclinación todo parecía perfecto, pero claro ¿Cómo iba a ser tan fácil?. Nuevo problema. En cuanto subían más de la cuenta me mareaba y perdía el conocimiento durante unos 30 segundos. Causa: Tensión arterial baja. Solución: Medicación en forma de gotas de Efortil.

Un día cuando subí del gimnasio me esperaba una grata sorpresa en la habitación, tenía la visita de Víctor, Chema y Pablo (médico del Real Valladolid). Estuvieron conmigo un buen rato y me llevaron una camiseta con el 9 y mi nombre firmada por todos los jugadores y un cuadro precioso (que ahora está en mi habitación) en madera del escudo de Pucela.

Cuando el problema de los mareos ya parecía solucionado un Viernes tarde apareció una chica con una silla de ruedas en mi habitación con mi nombre. Silla totalmente gastada y arcaica. Me dijo que era de préstamo para que me fuera habituando a estar sentado. ¿Silla?, ¿Sentado?, ¿Préstamo?. 

Al día siguiente Jacinto (uno de los enfermeros) me dijo que ya había llegado el momento de levantarme a la silla y dar una vuelta por la planta, pero que no me alejará mucho que solamente iba a estar 30 minutos.

Había llegado el momento, iba a iniciar mi simbiosis con la que ha sido mi compañera desde entonces. Me sentaron entre dos celadores y no hubo mareo. La silla tenía respaldo reclinable y reposa cabeza. Me lo colocaron que parecía que iba casi tumbado, pero ya estaba sentado en la silla. Las manos encima de una almohada y la cabeza con una toalla que me protegía la cabeza de la dureza del reposa cabeza.

Mi padre me llevó a una ventana para ver lo que había. Me molestó mucho la claridad, llevaba 2 meses o más sin salir de un edificio y estaba blanco como la pared además de haber perdido más de 30 kg. 

Poco más de 20 minutos duré sentado. Primer contacto con la silla. No estuvo mal, al menos veía algo más que la habitación y el trozo de gimnasio.

Me fueron levantando progresivamente cada día más hasta que decidieron que ya era hora de hacer "vida normal" dentro del hospital y empezar a rehabilitarme.

Me dieron mi horario, primero terapia y luego fisioterapia, todo esto ya sentado en la silla. Por fin iba a descubrir que era la terapia ocupacional.

El primer día estaba nervioso, no sabía donde iba ni que iba a hacer. En seguida un celador me subió por unas rampas hacía otra sala enorme. La primera vez que venía esas rampas que luego tantas y tantas veces subiría y bajaría. 

Al llegar vi como los demás estaban "jugando" con fichas, velcros y similares. Al momento se presentó una chica joven. Me dijo que se llamaba Alicia y que iba a ser mi terapeuta durante los meses que durara mi hospitalización. 

Me explicó que allí fundamentalmente me iban a tratar de rehabilitar la movilidad fina de brazos y manos, para poder impulsarme en la silla, comer, escribir... Parecía entretenido y puedo decir ya a toro pasado que lo era. 

Después de estar con Alicia, un celador me bajó al gimnasio. Me asignaron un fisio. Otra vez tuve suerte, un chico joven, David. Hice buenas migas con el desde el primer momento ya que me sacaría solamente unos 7 u 8 años y era muy futbolero, lo que más llamaba la atención de él era su larga coleta hasta la mitad de la espalda.

En esta primera sesión se dedicó a movilizarme un poco y a contarme como iba a ser el proceso. Pesas, sedestación, movilizaciones... Yo alucinaba con todo aquel mundo que se me presentaba, pero una cosa tenía clara: Lo iba a dar todo y me lo tomaría como mi nueva forma de hacer deporte. Estaba claro que no había balón ni porterías de por medio pero había otras cosas.

Ese mismo día por la tarde mi madre me bajó al gimnasio para que viera las actividades que había. Baloncesto, pintura, inglés, pin-pon, informática... Vamos que el que se aburría era o bien porque quería o porque era un vago. Yo de momento no podía hacer nada porque no tenía fuerza en los brazos, pero lo tuve claro quería jugar al pin-pon.

Como he dicho los días eran muy monótonos y siempre se hacía lo mismo: terapia, fisioterapia y tarde libre. Yo me veía cada día mejor y un día decidí quitarme el reposa cabeza y subirme el respaldo a posición normal. Un dolor de cuello inmenso fue el resultado, pero tenía seguro que de esa posición ya no me movía.

A Alicia y David, se unió Monse, otra chica joven que llevaba electroterapía y a la que la rehabilitadora me mandó e iba después de las otras dos cosas.

Dicha rehabilitadora, la doctora Alcaraz, no daba un duro por mi e incluso le dijo a mi madre que por mucho que me esforzara iba a ser un mueble más del salón. Pobre ilusa, no sabía con quién lo estaba dando. Eso si, me hizo la vida imposible para acertar en su pronostico.

La silla que tenía era totalmente vieja como ya he dicho y no era para que el propio discapacitado la impulsara, pero un día (más por cojones que por otra cosa) decidí que yo quería moverme solo por el hospital y comencé a dar a la silla con la poca fuerza que tenía. Al principio la movía poco, pero cada vez llegaba más lejos. Al final, me dieron una silla nueva (la que me iba a quedar) de las que el discapacitado se impulsaba solo. Ya tenía "libertad".

Con esta libertad lo primero que hice fue apuntarme a pin-pon. Como no podía sujetar la raqueta me la ataban con una venda. Al principio era muy complicado, pero luego le fui cogiendo el tranquillo e incluso ganaba partidos. Lastima que desde que salí del Hospital no haya vuelto a jugar porque no tengo mesa para ello. La verdad que me gustaría volver a hacerlo.

Los días, semanas y meses pasaban. Mi madre no me dejó ni un momento solo y ni que decir tiene que mi familia se tuvo que alquilar un piso desde el primer día ya que eso iba para largo. Aunque el que de verdad me alegro la existencia allí fue mi hermano Javi, que con 13 años se pasó todo el verano conmigo sacrificando su verano.

Durante todo este tiempo recibí la visita de mi familia y amigos, pero los agradecimientos me los reservo para la entrada del Domingo que coincide con el quinto aniversario.

Ya lo último que voy a contar en esta entrada va a ser el día de mi cumpleaños (23 de Julio). Primer cumpleaños en silla, diferente pero que no malo.

Tuve muchos regalos (entre ellos la camiseta de Fernando Torres del Liverpool, al que se había marchado ese verano) y muchas llamadas, pero quizás una en especial. ¿Adivináis de quién?. Exacto de Clara. ¿Pensabais que no os iba a contar como quedó la cosa?.

Pues bien, cuando me sonó el teléfono (el Sígueme de Chloe) no le di la mayor importancia pero cuando mi madre me dijo es Clara me dio un vuelco el corazón. No había vuelto a saber de ella desde que estaba en la UCI y ni siquiera me había atrevido a preguntar por ella desde entonces.

Fue una conversación de lo más normal. -"Felicidades". -"Gracias". -"¿Qué tal estás?. -"Bien, voy tirando. ¿Tú que tal con X (chico por el que dejó a mi)?". - "Bien, cuando empiece el curso (estudiaba en Madrid) voy a verte sin falta que ahora estoy en Almeria (en su pueblo)". - "Vale, aquí estaré". - "Un beso, y felicidades".

Una conversación normal entre dos "amigos", pero ya me dieron ganas de que llegara Septiembre/Octubre para recibir esa visita. Pero claro, ¿por qué razón no había ido cuando con tanta ansia yo lo pedía?. No lo había preguntado hasta entonces aunque lo había pensado y más cuando se me perdió por el Hospital el anillo que me regaló cuando estábamos saliendo. Menudo disgusto bobo me llevé, dos días me pasé buscándolo.

Solamente dos personas sabían la verdad, ella y mi madre. Estaba claro a quién me tocaba preguntar y la respuesta no me gustó en absoluto.

Mi madre me explicó que la llamó para decirle lo que me pasaba y que estaba a punto de morirme y que lo único que preguntaba era por ella. Le dijo que iba al día siguiente que la esperara a tal hora en la estación de trenes.

Una vez allí, mi madre recibió una llamada suya de que no había podido ir porque le habían puesto prácticas. Mi madre dijo que no pasaba nada y cuando ese día pregunté por ella (yo ya sabía que ese día iba a venir) me dijo que vendría mañana que le había surgido un imprevisto.

Al día siguiente, cuando mi madre estaba otra vez en la estación recibió la misma llamada, pero que mañana iba sin falta. Así durante 2 o 3 días más.

Mi madre harta la llamó y le dijo que si es que no quería verme y le dijo que sí que al día siguiente iba seguro, pero que no hacía falta que la fuese a buscar, que cogía un taxi.

Nunca más se supo hasta el día de mi cumpleaños. En definitiva, que no yo muriéndome y pidiendo por favor despedirme de ella, y ella no fue porque no le dio la gana. 

Por supuesto la visita de principios de curso nunca llegó, pero aún quedaba otra sorpresa que contaré más adelante.

En definitiva, esos fueron mis primeros meses en planta, pero aún quedan cosas que contar.

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