jueves, 5 de abril de 2012

Recuerdos. Valladolid (Parte II)

El día de la operación no sabía exactamente en que consistía ni en nada que tuviera que ver con ella. Yo vivía en otro mundo, por supuesto seguía sin saber lo que tenía.


La operación fue todo un éxito y solamente me pusieron una placa metálica sujetándome la vertebras C5-C6, eso si dejándome una enorme cicatriz en la parte derecha del cuello. Una herida de guerra que se podría decir.


Con la operación, llegó el cambio de sala y por fin dormía en una cama con almohada y todo incluido.


A partir de ahí, pude recibir todas las visitas que quise, gracias a que el Hospital se portó estupendamente en cuanto al tema de visitas al ser un chico joven.


No faltaba un día en que todos mis amigos estuvieran allí en la habitación todo el tiempo que les dejaban. Cada uno con una historia que nos unía. Cada uno con una palabra de animo.


Yo seguía sin saber lo que realmente tenía, desconozco si mis amigos ya lo sabían y por eso estaban allí siempre conmigo. Lo que está claro que cada uno tiene los amigos que se merece y algo debía de haber hecho bien cuando tenía a tales amigos.


No sé ni cuántos días iban ya y yo aún no movía nada más que el cuello y allí nadie me decía nada, solamente hablaban de un hospital de Toledo. Y yo pensaba, "¿Qué coño pinto yo en Toledo?", pero bueno, cuando lo decían sería por algo.


Mi amigo César, ya me había llevado una camiseta de Chema firmada por todos los jugadores, ya que él conocía a Rafa y por medio de él me había hecho llegar la camiseta.


Una mañana recibí una visita inesperada. Mendilibar, Víctor, García Calvo y Alberto (médico) me fueron a ver a la UCI. Todos muy cercanos la verdad, dándome ánimos e invitándome a estar en Zorrilla lo antes posible. Gente de a pie, pero me quedo con mi paisano Víctor, quizás por lo que vendría después.


Según mi madre mi teléfono no dejaba de sonar, pero en la UCI no podía hablar por el, sin embargo con una llamada hicieron una excepción. Era Clara, mi ex. Lo habíamos dejado cuatro meses antes. Estaba llorando y me decía que lo sentía mucho y que en cuanto pudiera me iría a ver. Mi intuición me decía que ella ya sabía lo que yo tenía porque le dije que yo era un valiente y que saldría de ésta y me contestó que no era tan fácil. Parecerá una tontería, pero esa llamada me alegro un par de días mi estancia.


Por supuesto, no comía nada de nada, se me había quitado el apetito de golpe. Además respiraba mal y me tenían que sacar flemas y mucusodidades con un tubo vos la nariz. Una sensación nada agradable.


Tengo un poco confuso los días y no sé exactamente lo que sucedió antes o después.


Recuerdo que las enfermeras me consiguieron una televisión para ver la semifinal de Champions que jugaba el Liverpool, no recuerdo el rival.


Otro día mis amigos se presentaron con una bandera del Pucela y me la pusieron en mi improvisada habitación.


También recuerdo que cuando me movían un poco los brazos y las piernas me quedaba muy relajado y estaba deseando que me lo hicieran.


Un día estuve fatal y dio la casualidad que me visitaban por primera vez las dos personas más importantes en mi vida, mi abuelo y mi hermano. Recuerdo decirles nada más entrar: "Despediros de mi que de ésta no salgo". No me quiero ni imaginar como les cayó eso a un niño de 13 años y a un hombre mayor.


Los días pasaban y por fin me dijeron que tenía plaza en ese famoso Hospital de Toledo y que al día siguiente iba a ser trasladado.


El médico me explicó como iba a ser el viaje. Debía elegir entre hacerme una traqueotomía o ir entubado. Obviamente elegí la segunda, la idea de hacerme un agujero en el cuello no era muy atractiva.


La noche de antes todos mis amigos fueron a despedirme y me firmaron la bandera y un balón que había traído mi compañero de piso, Manu, desde Suiza.


Recuerdo que era Jueves. Mi madre me dijo: "En unas horas no vemos", y ahí comenzó mi viaje a Toledo.

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